Dermatología estética: Diferencias entre hombres y mujeres

En los últimos años, los tratamientos mínimamente invasivos en dermatología estética gozan de una enorme popularidad, siendo cada vez más demandados por la población. El estudio exhaustivo de la anatomía facial, la aparición de productos nuevos, técnicas de infiltración más seguras, el conocimiento profundo de sus posibles efectos adversos y de su tratamiento, así como que no requieran, en la mayoría de los casos, de un periodo de recuperación, ha hecho que sean tratamientos cada vez más atractivos para la mayoría de los pacientes.

Por la Dra. Soledad Sáenz Guirado

Nuevos perfiles

Ya en el 2014, un estudio realizado por la American Society of Dermatologic Surgery ponía de manifiesto que 5 de cada 10 adultos consideraba la posibilidad de someterse a un tratamiento estético. Sin duda, podemos afirmar que estas cifras ya han aumentado, si tenemos en cuenta que el porcentaje de procedimientos mínimamente invasivos realizados en Estados Unidos crece de manera exponencial cada año. Dentro de este grupo, los tratamientos con toxina botulínica y con materiales de relleno, sobre todo con ácido hialurónico, son los más solicitados.

Desde 2014 a 2018, el uso de toxina botulínica aumentó en un 35 % y el de ácido hialurónico en un 58,4 %; y esta tendencia al alza se ha mantenido en los últimos años, con un incremento del 40 % y del 42 %, respectivamente, entre los años 2020 y 2021.

Entre 1997 y 2014, el número de procedimientos mínimamente invasivos realizados en varones creció un 273 %

De alguna manera, esta situación también se debe a que sectores de la población que hace algunos años consideraban impensable someterse a este tipo de tratamientos, hoy en día estarían dispuestos a hacerlo. Destacamos, en primer lugar, personas jóvenes, habiendo bajado la edad de los pacientes que se someten a estos tratamientos de los 35 años a los 20 en la última década; o los varones, siendo cada vez más frecuente la presencia del sector masculino de la sociedad en las consultas de dermatología estética, que suponen actualmente en torno a un 10 % y con un ascenso progresivo: entre los años 1997 y 2014, el número de procedimientos mínimamente invasivos realizados en varones creció un 273 %; un 381 % si consideramos exclusivamente el tratamiento con toxina botulínica.

Diferentes enfoques

Como es lógico, la realización de tratamientos estéticos en varones difiere de una manera importante de aquellos realizados en la mujer. Y esta diferencia se debe, en primer lugar, a unas expectativas distintas en lo que se refiere a los resultados deseados en cada uno de estos dos grupos. Mientras que la mujer suele buscar la corrección de los signos del envejecimiento que van a apareciendo con el paso de los años, y así, parecer más joven, en el caso del varón, su principal objetivo es estar más atractivo, sentirse bien para su edad o potenciar los rasgos que indican una mayor masculinidad, evitando los rostros demasiado estáticos y, por supuesto, evitando la feminización de las estructuras faciales.

En segundo lugar, el proceso de envejecimiento tiene un ritmo similar entre hombres y mujeres hasta la quinta década de la vida, en la cual, en las mujeres, coincidiendo con la menopausia, se acelera de manera importante. Este ritmo dispar entre ambos géneros marca diferencias en el modo de envejecer, que también hay que tener en cuenta a la hora de realizar un tratamiento estético.

Y, por último, la existencia de diferencias anatómicas evidentes entre la forma del cráneo y de los tejidos blandos que lo recubren nos obliga a un planteamiento del tratamiento distinto, modificando desde las técnicas de infiltración a la cantidad de producto infiltrado o las diferentes zonas a tratar.

Diferencias faciales estructurales

Cuando hablamos de dimorfismo sexual nos referimos a las diferencias en la fisionomía externa entre los géneros de una misma especie. En el caso de hombres y mujeres, estas distinciones son claras en general, aunque a nivel de algunas estructuras faciales pueden no ser tan obvias.

El conocimiento profundo de las características anatómicas faciales del hombre y de la mujer es imprescindible antes de realizar un procedimiento estético para conseguir el resultado que cada paciente desea: rejuvenecimiento facial, mejoría de expresiones “negativas”, como puede ser la expresión de cansancio o de tristeza, o bien potenciar los rasgos masculinos y femeninos en varones y mujeres, respectivamente, o incluso a la inversa en pacientes transgénero, para complementar y ayudarles en su proceso de transición.

Las diferencias anatómicas de la forma del cráneo y de los tejidos blandos entre ambos géneros nos obliga a un planteamiento del tratamiento distinto

Comenzando por la capa más superficial, la epidermis y la dermis en el varón suelen ser más gruesas, con una mayor densidad de fibras de colágeno y con una red vascular más densa. Esto hace que el enrojecimiento y el sangrado puedan ser mayores en estos pacientes cuando se realiza cualquiera de las técnicas infiltrativas de dermatología estética. Sin embargo, precisamente por estas características cutáneas, en el varón rara vez veremos las arrugas finas típicas que encontramos, por ejemplo, en la parte cutánea del labio superior de las mujeres. Por otro lado, en general, el hombre sufre una mayor exposición solar que la mujer, tanto por actividad laboral como por actividades de ocio, lo que, sumado a un menor uso de protección solar y otros productos de cosmética, desemboca en un mayor envejecimiento cutáneo y la aparición de arrugas y surcos más profundos.

A nivel muscular, como es lógico, y al igual que en cualquier otra zona anatómica, el varón presenta un mayor volumen muscular a nivel facial, con una mayor potencia en su contracción y, por lo tanto, con mayor rango de movimiento de los músculos faciales, mostrando expresiones más marcadas. Y es por esto por lo que, por ejemplo, las arrugas de expresión en la frente, por la contracción del músculo frontal al elevar las cejas, suelen aparecer antes en los hombres que en las mujeres, y tienden a ser más profundas.

Tercio superior. En distintos artículos sobre el tratamiento con toxina botulínica para el tratamiento de las arrugas de expresión se concluye que, para conseguir el mismo efecto tras su inyección, los hombres necesitan una mayor dosis que las mujeres. Sin embargo, una frente completamente lisa en un hombre puede dar un aspecto más aniñado o femenino, que hay que tener en cuenta a la hora de decidir qué dosis vamos a infiltrar en cada paciente.

La epidermis y la dermis en el varón tienen una mayor densidad de fibras de colágeno y una red vascular más densa, por lo que puede haber mayor enrojecimiento y sangrado al infiltrar

Por otro lado, el tejido graso facial del varón es más escaso que en la mujer, sobre todo a nivel de las mejillas, siendo hasta 3 mm más fino en la zona malar, y dando un aspecto más anguloso y plano a las mejillas, característica muy a tener en cuenta cuando realizamos tratamientos con materiales de relleno: un exceso de volumen en esta zona provoca un efecto de feminización no deseado en la mayoría de los casos. La proyección
de la zona malar y una mejilla más rellena es el efecto más buscado en el tratamiento con materiales de relleno en la mujer.

Analicemos ahora otras diferencias observadas en las distintas estructuras faciales. Comenzando por el tercio superior, la frente del varón es más plana y extensa que la de la mujer, que muestra una ligera inclinación hacia atrás, a medida que se aproxima a la línea de implantación del pelo. El varón, además, muestra un arco supraorbitario y una glabela más prominente, característica diferencial importante entre el cráneo masculino y femenino.

Estos rasgos podemos potenciarlos con la infiltración de materiales de relleno, sin exagerarlos, ya que una región supraorbitaria o glabelar demasiado proyectada anteriormente puede dar un aspecto de mayor agresividad no deseada.

Otra diferencia muy evidente entre hombres y mujeres a nivel del tercio superior es la forma de las cejas: aplanadas y más bajas en el hombre, y arqueadas y situadas en una posición más elevada en las mujeres. El mantener la forma de las cejas tras la infiltración de toxina botulínica es fundamental para no feminizar al hombre, y para potenciar la forma típica de la mujer, con la cola de la ceja más elevada.

Tercio medio. En cuanto al tercio medio, es sin duda la zona con mayor protagonismo en la cara de la mujer y, por tanto, a la que debemos prestar una mayor atención a la hora de realizar un tratamiento en una paciente femenina, para potenciarlo; y también en uno masculino, para no feminizarlo. Un arco cigomático más largo, más delgado y más alto, con una proyección marcada de la prominencia malar y que termina en una mejilla redondeada, son las características faciales fundamentales de la mujer, dando al tercio medio una mayor anchura que al tercio inferior y una forma facial en general más ovalada.

De hecho, en el proceso de envejecimiento de la mujer se produce una inversión de estas proporciones, haciendo que el tercio inferior sea más ancho (la ya más que conocida inversión del triangulo de la belleza), lo que confiere un aspecto más masculino a la mujer.

En el hombre, por el contrario, la mejilla suele ser más plana, con menor proyección anterior y con un arco cigomático situado algo más inferior, más horizontal y más ancho que en la mujer. El ancho facial a nivel del arco cigomático en el varón debe ser similar a la distancia intermandibular, es decir, a la anchura del tercio inferior. Esta característica confiere una estructura facial más cuadrada y angulosa, siendo este uno de los rasgos más distintivos del rostro masculino.

El hecho de que el varón presente un menor grosor de tejido graso a nivel de las mejillas provoca que el surco de la ojera, el surco nasoyugal y el surco palpebromalar aparezcan de manera más precoz en el hombre y que, además, sean más profundos. La corrección con materiales de relleno del tercio medio en el varón ha de ser cuidadosa, con la cantidad de producto adecuada y en un plano profundo, evitando una proyección anterior exagerada, rasgo característico de la mejilla femenina.

La corrección con materiales de relleno del tercio medio en el varón ha de ser cuidadosa, con la cantidad de producto adecuada y en un plano profundo, evitando una proyección anterior exagerada

➤ Tercio inferior. El tratamiento del tercio inferior, por otro lado, es uno de lo más demandados en el varón en los últimos años. La infiltración de materiales de relleno en esta área tiene como objetivo acentuar la forma característica de una mandíbula masculina: más ancha, con un ángulo mandibular más recto y una rama ascendente más evidente y marcada, al igual que debe serlo la rama horizontal.

Además, la mandíbula debe continuarse con un mentón también más cuadrado y más ancho que en la mujer. Generalmente, el ancho del mentón masculino es el marcado por las comisuras de la boca, mientras que, en el caso de la mujer, son las alas nasales las que marcan la anchura del mentón, siendo además más ovalado que en el hombre.

El tratamiento del tercio inferior de un varón con una mandíbula estrecha mediante la infiltración de materiales de relleno, como puede ser el ácido hialurónico, requiere una cantidad de producto elevada y, sobre todo, es esencial escoger un producto apropiado, con una G’ elevada, es decir, con elevada elasticidad, que pueda someterse a distintas fuerzas de compresión sin deformarse, y con alta capacidad de proyección y alta cohesividad.

Al igual que usamos estos tratamientos con toxina botulínica o materiales de relleno para potenciar los rasgos masculinos y femeninos en el hombre y la mujer, respectivamente, también podemos usar estas técnicas para convertir rasgos masculinos en femeninos, y viceversa, en pacientes transgénero. El aumento de proyección malar con materiales de relleno; camuflar un arco ciliar prominente, suavizando la inclinación de la frente hacia la línea de inserción del pelo; obtener una forma arqueada de las cejas con toxina botulínica, así como unos labios más voluminosos y una forma facial más oval, conseguirá disimular los rasgos masculinos de un paciente en transición de hombre a mujer.

Igualmente, el diseño de una mandíbula más angulosa y marcada, junto con un mentón más cuadrado, un arco ciliar prominente o un arco cigomático más ancho e inferior y un ápex malar más suave mediante el uso de materiales de relleno, así como conseguir unas cejas más planas con la infiltración de toxina botulínica, masculinizará el rostro de un paciente en transición de mujer a hombre.

En conclusión

Todas estas diferencias entre hombres y mujeres, y la demanda cada vez mayor del paciente masculino de tratamientos estéticos nos ha de obligar a los dermatólogos a conocer no solo las diferencias en las técnicas de tratamiento y en las necesidades de la piel del varón, hasta ahora poco presente en nuestras consultas, sino también a conocer cuáles son las expectativas de este paciente que quiere someterse a un tratamiento de rejuvenecimiento o de mejora de su aspecto mediante el uso de rellenos o neuromodulares, principalmente.

Una historia clínica detallada y una entrevista exhaustiva para conocer sus objetivos, así como para ofrecer una explicación exacta de la técnica que se va a realizar en cada caso, es fundamental tanto para que el paciente como el médico queden satisfechos con el resultado.

Hay que tener presente en todos los pacientes, pero más aún en el varón, que el objetivo principal es una mejora de su aspecto, pero sin que los cambios realizados sean demasiados patentes, y evitando a toda costa la feminización de rasgos faciales o un aspecto aniñado.