ESTÉTICA FACIAL: ¿Por qué nos parecen iguales todas las caras?

Para responder a dicha preguntar habría que comenzar a hacer lo propio con estas otras: ¿se han convertido los rellenos faciales en una costumbre estética como la manicura? ¿Son hoy  inyecciones de bótox o ácido hialurónico en un complemento imprescindible de belleza? A tenor de la importancia que quienes viven de su imagen —actrices, presentadoras e influencers— otorgan a estas técnicas, de las que son usuarias, podría decirse que sí. Pero también se puede afirmar si nos fijamos en  la cantidad de rostros tratados (y no siempre bien) que se ven en las calles y en las redes sociales.

Para el cirujano plástico Moisés Martín Anaya cierta parte de la demanda de estos tratamientos parte de una premisa equivocada: muchas mujeres que los usan quieren que se les note su paso por consulta, lo que muchas veces, advierte, no está consonancia con el fin último de la cirugía y la medicina estéticas: la naturalidad.

Que un relleno se note, explica, tiene que ver con varios factores, el primero de los cuales se refiere al abuso. No es inusual encontrarse con caras sobretratadas, en las que se ha inyectado más producto del necesario para lograr unos volúmenes prominentes. También la reposición antes de tiempo (estos productos suelen administrarse con intervalos de entre cuatro y meses). Pero, sobre todo, y lo que es peor, en palabras del doctor, sin criterio estético, siguiendo modas, como, por ejemplo, la actual: inyectarse en pómulos y labios. Explica este cirujano con más de treinta años de experiencia que nos encontramos ante una práctica que obvia la individualidad de cada persona, sus necesidades según piel, edad y rasgos.

Por estos motivos, muchas caras nos parecen iguales, porque están tratadas de la misma manera y a veces se sobredimensionan necesidades y expectativas, o se crean algunas que conducen a adicciones.

Este mal punto de partida se puede reproducir también si hablamos de lifting cervical, el rejuvenecimiento de cara y cuello que se realiza en quirófano. En ese caso, nos encontraríamos con peores resultados, puesto que los rellenos desaparecen con el paso del tiempo, mientras que la cirugía estética ofrece resultados permanentes.  Martín Anaya destaca aquí la importancia del estudio facial en el preoperatorio para conocer las necesidades reales que ha dejado el paso de los años.

Esta intervención está indicada a partir de los 50 años, teniendo en cuenta la caída de los tejidos y la pérdida de densidad de la piel. Si bien, matiza el experto, a edades muy avanzadas puede no ser tan satisfactorio como la paciente y el cirujano desearían. El motivo: la pérdida de capacidad de retracción de la piel.

La estética en quirófano tiene su edad máxima, pero también mínima. A los treinta muy pocos casos justificarían su demanda, y lo mismo ocurre con los rellenos faciales. Aunque no son malos per se, son innecesarios y Martín Anaya cree que lo responsable es “decir no” a las chicas más jóvenes y, por supuesto, a las menores. Se trata de  evitar que estas pierdan el contacto con la realidad en cuanto a la importancia de la imagen en su vida. Por eso, recalca “hay que saber decir no” y recordar que en belleza la máxima es obtener el mejor resultado con la invasión mínima.

El sentido común tiene que estar tras los actos y decisiones de paciente y cirujano y sólo con él o ante su ausencia se puede explicar un resultado tan distinto de la cirugía estética en famosas como Meg Ryan o Michelle Pfeiffer.

Así pues, sí a los tratamientos, sí a la cirugía, pero sin estandarizar tratamientos ni sobredimensionar. Se puede rejuvenecer, finaliza el cirujano, con naturalidad, sin excesos y, como se ha pretendido hasta ahora, sin que se note.