Pacientes y ‘pacientes’. Vol. I

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Hay pacientes y pacientes. Estos últimos son los que nos ponen en una situación comprometida, difícil, y no por el reto médico o estético que suponen. En estos casos, el asunto suele ser personal y, por tanto, exigirá por nuestra parte altas dosis de empatía y un gran empeño en que la comunicación sea fluida, asertiva y efectiva. En esta serie de artículos, que publicaremos en varias ediciones de la revista, distintos especialistas nos cuentan cómo resolverían algunas de estas complicaciones.

Caso 1: Un paciente nos dice no haber sido nunca usuario de medicina estética ni de cirugía plástica, pero sospechamos que sí.

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Dra. Verónica Sosa Viaín
Médico estético, fundadora y directora médica de Clínica Viso (Barcelona)

En mi práctica diaria he recibido varios casos como este, y con la experiencia puedo decir que lo primordial en este caso es demostrar empatía, ya que si nos encontramos ante esta situación puede ser porque el usuario se sienta avergonzado de los tratamientos o cirugías anteriores o por el simple hecho de que piense que ocultarlo no es relevante para nosotros. En mi consulta, podría decir que en el 80 % de los casos los pacientes que omiten esta información lo hacen porque llevan productos permanentes.

En nuestro caso, el paciente debe rellenar una historia clínica exhaustiva donde se indican desde los tratamientos más habituales (toxina botulínica, ácido hialurónico, PRP, hilos tensores, inductores de colágeno, láseres) a los que ya no está permitido infiltrar (biopolímeros o silicona, entre otros). Cuando lo leo, tengo al paciente frente a mí, por lo que indago más acerca de los tratamientos anteriores. Si veo que han puesto “ninguno”, y creo que sí se han realizado tratamientos, comienzo a comentarle que es de suma importancia saber qué productos lleva, así como el año de infiltración, ya que no es posible realizar ciertos tratamientos en zonas con productos permanentes, porque pueden reaccionar y generar efectos adversos no deseados.

En este punto me encuentro con dos situaciones:

  • Paciente que se resiste o sigue comentando que no lleva nada hecho.

En este caso, tomo la decisión de realizar una ecografía facial para poder evidenciar con mayor exactitud la posibilidad de algún relleno/producto no reabsorbible y así poder realizar los tratamientos que le recomiendo con mayor seguridad. Si el paciente no quiere realizar dicha ecografía le comento que conmigo no será posible seguir sus tratamientos médico-estéticos.

  • Paciente que, de pronto, recuerda las –numerosas– operaciones que se ha realizado.

Y que, además de hacerle una rinoplastia, aprovecharon para infiltrarle labios y pómulos (en esa época era muy habitual aprovechar la cirugía para la infiltración de otras zonas), por ejemplo. En este caso, le indico que haremos una ecografía y que tras esta se decidirá si es candidato/a para realizarse tratamientos médico-estéticos.

La realidad es que, a la mayoría de mis pacientes, cuando vienen por primera vez, se les indica que la historia clínica es primordial y sumamente importante. Algunos preguntan por qué deben contestar “tantas” preguntas, y creo que esto se debe a que no consideran la medicina estética una especialidad médica, solo lo ven como algo estético. De ahí mi labor constante de divulgación acerca de la importancia de la historia clínica, la evaluación y el diagnóstico médico.

Un consejo para mis colegas: si tienes un paciente que omite información de tratamientos anteriores, recomiendo que realices una ecografía si lo tienes disponible en tu centro o lo envíes a otro, pero que bajo ninguna circunstancia realices tratamientos médico-estéticos bajo sospecha de productos permanentes u otros, ya que podrían reaccionar de manera desfavorable y tú serás el único responsable.

Caso 2: Paciente que llega a consulta queriendo quitarse arrugas o rejuvenecer, pero no quiere “pinchazos ni cosas raras”

Dra. Alejandra Méndez de Vigo
Médico estético, fundadora y directora médica de SkinMed (Madrid).

En mi opinión, la clave para tratar siempre con un paciente es la confianza. Este punto es clave en la relación médico-paciente, y cobra especial importancia en aquellos pacientes que quieren mejorar sin pincharse o sin “cosas raras que les cambien la cara y les hinchen”.

Para mí, la confianza se empieza a construir desde el primer momento, y hay muchos factores que influyen en que nuestro paciente decida depositarla en nosotros. Pueden influir detalles como la primera impresión cuando acude a nuestra clínica, el orden de esta, la decoración y muchos otros aspectos que pueden parecer superficiales o que no deberían influir en si somos o no buenos profesionales. Pero que, aunque parezcan detalles tontos, sí importan. Y cobran aún más importancia aspectos como un tono de voz tranquilo, una presencia segura, una buena reputación, que hayan oído hablar bien de nosotros, etc. Dejando todo esto a un lado, ¿qué más podemos hacer para que un paciente confíe en nosotros? Informar verazmente y basados en evidencia y experiencia. No obstante, los aspectos que debemos destacar en nuestra explicación varían notablemente dependiendo de a qué generación pertenezca nuestro paciente. Y es que normalmente tenemos en consulta a pacientes de edades muy variadas. Por ejemplo, los pacientes conocidos como baby boomers aprecian mucho el reconocimiento del médico y una explicación muy detallada del tratamiento. La generación X, sin embargo, quiere saber qué resultados va a obtener y cómo va a impactar positivamente este tratamiento en su vida y en la imagen que reflejan. Los millenials, por otro lado, buscan inmediatez y son más gráficos. En definitiva, debemos adaptar nuestro discurso teniendo en cuenta a quién tenemos delante.

Habiendo considerado todos estos aspectos, cuando un paciente acude a mí diciendo que no quiere pinchazos yo suelo decirle: “Entiendo perfectamente que no quieras pincharte, y tenemos muchos tratamientos que pueden ayudarte a mejorar sin agujas, pero déjame que te explique también en que consistirían los ‘pinchazos’, por si más adelante quisieras valorarlo”. Primero le explico al paciente todas las opciones sin agujas de las que disponemos, desde tratamientos estéticos y aparatología hasta tratamientos médicos como peelings y láseres. Trato de manejar las expectativas de mi paciente con este tipo de tratamientos y soy muy realista en cuanto a lo que va a obtener de ellos. Una vez dicho esto, paso a contarle en qué consisten los “pinchazos”, y por qué muchas veces se ven tratamientos de medicina estética con resultados poco naturales. Después continúo aclarando cuál es mi manera de trabajar y mi filosofía, que busca siempre resultados muy naturales porque respeta la anatomía facial y se basa en armonizar los rostros. Me tomo mi tiempo en hacer comprender al paciente el proceso de envejecimiento y por qué estos tratamientos pueden ser necesarios para conseguir los resultados que desea. Y, por último, doy una explicación más técnica de los procedimientos con agujas aptos en su caso.

Con toda esta información, el paciente reacio se va a su casa y piensa en todas las opciones. Y, aunque decida comenzar con tratamientos sin agujas y menos invasivos, poco a poco, según va acudiendo a la clínica, se va reforzando el vínculo de confianza y muchos pacientes se abren a la opción de tratamientos con agujas. Pero una cosa está clara: sin confianza, nuestro paciente jamás dará ese paso.

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