La popularización de herramientas de edición para el retoque de los autorretratos y la omnipresencia de estas imágenes filtradas puede afectar gravemente la autoestima de las personas y agravar o incluso desencadenar un trastorno dismórfico corporal. De hecho, los estudios y nuestra experiencia en consulta nos confirman que ya está pasando. Es un tema sobre el que no debemos dejar de hablar.
Por el Dr. Luis de Sola Semería
Actualmente vivimos en una era de autoimágenes editadas y estándares de belleza en constante evolución. El advenimiento y la popularidad de las redes sociales basadas en imágenes han puesto programas de edición de fotos (como Photoshop o Facetune, entre otros) y los filtros profesionales al alcance de todos. Con apenas unos pocos ajustes en cualquier programa de edición de fotos podemos lograr suavizar la piel y hacer que los dientes se vean más blancos y los ojos y los labios más grandes. Es entonces, después de compartir esta pieza fotográfica editada en cualquier red social, cuando comenzarán a aparecer las interacciones de “Me gusta” o comentarios para validar el trabajo iconográfico. Estos filtros y ediciones se han convertido en la norma, alterando la percepción de la belleza de las personas en todo el mundo1.
Antes, la tecnología en programas de edición de fotografías estaba disponible solo para el mundo de las celebrities y el modelaje profesional. Los modelos y actores pasaban por estos programas para lucir perfectos en revistas y anuncios, pero el público en general no tenía fácil acceso a métodos como esos para alterar su propia apariencia. Se les dejó idolatrar el estándar de belleza presente en los medios, aunque la mayoría estaba al tanto de la edición y las alteraciones que hacían que estas celebridades se vieran impecables. Hoy, a través de las redes sociales, y con aplicaciones como Instagram, Snapchat y Tiktok, ese mismo nivel de perfección es accesible a todo el mundo. Ahora no son solo las famosas las que propagan los estándares de belleza; es una compañera de clase, un compañero de trabajo o un amigo. La omnipresencia de estas imágenes filtradas puede afectar a la propia autoestima, hacer que uno se sienta inadecuado por no verse de cierta manera ante el mundo real, y esto incluso puede actuar como un desencadenante y conducir a un trastorno dismórfico corporal (TDC)2.
Verse ¿bien? en cámara
El trastorno dismórfico corporal se traduce en una preocupación excesiva por un defecto percibido en la apariencia física, clasificado en el espectro obsesivocompulsivo3. El trastorno es más que una inseguridad o una falta de confianza. Las personas con TDC a menudo hacen todo lo posible para ocultar sus imperfecciones, se involucran en comportamientos repetitivos como pellizcarse la piel, maquillarse o arreglarse en exceso, o llegar a usar los servicios de la medicina o cirugía estética con frecuencia, con la esperanza de cambiar su apariencia. Un estudio americano4 analizó el efecto de los selfies editados sobre la insatisfacción corporal entre la población millennial y centennial y descubrió que aquellas personas que manipulaban más sus fotos –aplicando retoques o filtros en exceso– reportaron un mayor nivel de preocupación por sus cuerpos y una sobreestimación de su autoimagen, referida a la forma y al peso corporal. El estudio también sugirió que aquellos con una imagen corporal dismórfica pueden buscar las redes sociales como un medio para validar su atractivo.
Finalmente, aquellos con un mayor nivel de presencia en las redes sociales o uso de ellas, incluidos aquellos que intentan activamente presentar una imagen específica de uno mismo o que analizan y comentan las fotos de otros, pueden tener un mayor nivel de insatisfacción corporal. El deseo de someterse a procedimientos estéticos (quirúrgicos o no quirúrgicos) es un componente importante del TDC. Los pacientes suelen buscar estas intervenciones con la esperanza de verse mejor en sus fotos y redes sociales. Este fenómeno fue descrito por primera vez en 2017 en los Estados Unidos como la “dismorfia del Snapchat”. Si anteriormente los pacientes llevaban a la consulta imágenes de celebridades para emular sus atractivos rasgos, ahora, los mismos pacientes buscarán cualquier procedimiento estético para lucir como versiones filtradas de sí mismos, con labios más llenos, ojos más grandes o una nariz más delgada.
Los cirujanos plásticos identificaron por primera vez esta tendencia en la encuesta anual de 2017 de la Academia Americana de Cirugía Plástica y Reconstructiva Facial (AAFPRS)5. Hoy, los datos actuales muestran que el 55 % de los cirujanos informa haber tenido en sus consultas pacientes que solicitaban cirugías estéticas para mejorar su apariencia en los selfies. La encuesta también reportó un aumento en la cantidad de pacientes que compartían su proceso quirúrgico y los resultados de sus intervenciones en las redes sociales.
Además, el escrutinio excesivo de las autofotos también está cambiando las preocupaciones actuales de los pacientes. Antes de la popularidad de los selfies, la queja más común de quienes buscaban una rinoplastia era la joroba del dorso de la nariz. Hoy en día, la asimetría nasal y facial es la preocupación de presentación más común. Así, junto con las rinoplastias, los trasplantes de cabello y los procedimientos quirúrgicos de párpados también son solicitudes populares para mejorar la apariencia de las selfies.
Estas cifras han ido en paulatino aumento, como se ha podido reportar en estadísticas anuales a nivel global. Sin embargo, a partir del 2020, y debido a la pandemia por la covid y el postconfinamiento, nos hemos topado con un aumento sin igual, y se ha desarrollado, en paralelo, el “fenómeno dismórfico de Zoom”, gracias al efecto hiperconsciente que ha tenido la interacción virtual por teleconferencias y el teletrabajo en la autoimagen. Estos elementos, junto con el hecho de disponer de una menor interacción social debido al confinamiento o a las medidas de distanciamiento social y la posibilidad de teletrabajo (y mayor tiempo de recuperación) han potenciado, junto a los ya existentes “efecto selfie” o “dismorfia del Snapchat”, el aumento de procedimientos estéticos6.
Qué debemos hacer
En tales casos, la opción de acción no es la cirugía, que no mejorará o incluso puede empeorar el TDC subyacente si está presente. El tratamiento típico consistiría en intervenciones psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual, así como medicamentos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, a menudo en combinación. El tratamiento del trastorno también debe incluir un enfoque empático y sin prejuicios por parte del médico; y, si se decidiese a realizar el procedimiento estético demandado, debería hacerse bajo condiciones seguras de adecuada información, consentimiento y entendimiento de las expectativas del procedimiento7.
El “efecto selfie” y otras tendencias derivadas del mundo digital 2.0 son fenómenos a los que muchos médicos dedicados a procedimientos de rejuvenecimiento estético tendremos que enfrentarnos, y que pueden cobrar un matiz alarmante porque esas fotos filtradas o retocadas a menudo presentan una mirada inalcanzable y están desdibujando la línea de la realidad y la fantasía para los pacientes. Solo desde una posición empática, sin prejuicios, pero con criterio ético y médico y una actitud realista, podremos discernir entre un deseo cosmético a un trastorno mental subyacente.
Dr. Luis de Sola Semería
Licenciado en Medicina y Cirugía en Caracas, por la Universidad Central de Venezuela. Máster de Medicina estética y Antienvejecimiento por la Universidad Complutense de Madrid.
Ha colaborado como médico formador de productos de medicina estética para varios laboratorios, y ha participado como ponente nacional e internacional en congresos de medicina estética y antienvejecimiento.
Actualmente comparte su tiempo como médico estético y antiaging en consulta privada en Madrid, como coordinador académico del Máster de Medicina estética, Regenerativa y Antienvejecimiento de la Universidad Complutense de Madrid, y como director médico de Laboratorios Sebbin, además de ocupar el cargo de vicepresidente de la Asociación de Medicina Estética de Madrid (AMEM).
Bibliografía
- Brucculieri, J. Snapchat dysmorphia points to a troubling new trend in plastic surgery. Huffington Post. February 22, 2018.
https://www.huffingtonpost.com/entry/snapchat dysmorphia_us_5a8d8168e4b0273053a680f6. - Vashi, NA. Obsession with perfection: body dysmorphia. Clin Dermatol. 2016;34(6):788-791.PubMedGoogle ScholarCrossref.
- Gupta M, Jassi A, Krebs G. The association between social media use and body dysmorphic symptoms in young people. Front Psychol. 2023 Aug 17;14:1231801.
- McLean, SA, Paxton, SJ, Wertheim, EH, Masters, J. Photoshopping the selfie: self photo editing and photo investment are associated with body dissatisfaction in adolescent girls. Int J Eat Disord. 2015;48(8):1132-1140
- American Association of Facial Plastic and Reconstructive Surgery (AAFPRS) Annual Survey on Cosmetic Procedures 2017, 2019
y 2020. https://www.aafprs.org/Media/Press_Releases/ - Sun MD, Rieder EA. Psychosocial issues and body dysmorphic disorder in aesthetics: Review and debate. Clin Dermatol. 2022 Jan-Feb;40(1):4-10
- Yurtsever I, Matusiak Ł, Szepietowski JC. To Inject or to Reject? The Body Image Perception among Aesthetic Dermatology Patients. J Clin Med. 2022 Dec 26;12(1):172.
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