Entrar en una consulta de estética y salir, una hora después, habiendo perdido unos cuantos años no tiene precio. Bueno, en realidad si lo tiene, pero es una cantidad bastante asequible si tenemos en cuenta que un lifting facial realizado en quirófano cuesta unos miles de euros.
Además, y esto quizá sea lo más importante para muchos pacientes de estética, ni precisa de ingreso hospitalario, de anestesia general, ni causa dolor ni deja marca ni cicatriz alguna.
Nos estamos refiriendo al injerto graso, un procedimiento estético sencillo, sin cirugía, que comienza con la extracción de grasa excedente de una zona del cuerpo, por ejemplo, la cara externa de los muslos o el abdomen. La grasa se centrifuga en un segundo paso con el objetivo de depurarla y obtener por separado la rica en células madre. Esta grasa ya “purificada” se infiltra en las zonas que el cirujano considera necesario en el caso concreto de cada paciente.
Así lo explica el doctor Moisés Martín Anaya, que considera esta técnica como una de las más eficaces y equilibradas en cuanto a riesgo quirúrgico, resultado y coste. Es un procedimiento cómodo, explica, y cuyo efecto no sólo es inmediato sino muy duradero. Hablamos de años, incide el cirujano plástico, frente a los meses de una inyección de botox o ácido hialurónico.
También conocido como lipofilling, su aplicación en belleza comienza en las dos últimas décadas, tras demostrar su efecto reparador en personas quemadas y con signos de esqueletización facial debida a diversas enfermedades. Hoy, cuenta Martín Anaya, no sólo se emplea como técnica complementaria en cirugías estéticas mayores como la cirugía de mama, sino que se ha ganado su lugar como procedimiento aislado en la estética facial.
Hay más motivos, aparte de los mencionados: con una sola inyección voluminiza, hidrata e incluso resulta eficaz en la eliminación de manchas. La cara es su territorio natural, aunque depende del área, de su función y del movimiento que realice. Para el experto, la zona malar es su lugar natural, porque los pómulos son rígidos y, por lo tanto, la grasa prende bien, aportándoles volumen y frescura.
Así pues, en la blefaroplastia, la operación que corrige los defectos del área periorbital, el contorno de ojos, el injerto graso es una técnica complementaria de lujo.
No recomienda, en cambio, el lipofilling el doctor Martín Anaya para el aumento mamario y de glúteos. En el primero de los casos, por la duración, ya que las prótesis ofrecen un resultado definitivo, mientras que la grasa va siendo absorbida a lo largo del tiempo. Sí lo emplea, reconoce, como complemento para refinamientos estéticos tras la cirugía clásica de aumento con implantes.
También se muestra prudente Moisés Martín a la hora de inyectar grasa en los glúteos “una zona tremendamente vascularizada”, por lo que un pinchazo mal realizado puede dar lugar a embolismos grasos. De realizarse, el paciente debería guardar reposo para que la grasa prenda en las células.
En la cara, en cambio, si tenemos que poner en una balanza las posibilidades actuales de corrección de defectos (pérdida de volumen, de falta de brillo, hidratación,… ), de muestra, en definitiva, del paso del tiempo, el lipofilling facial se muestra como la mejor opción para aquellas personas que no desean pasar ahora por un quirófano. En cuanto a los usuarios de la medicina estética, se revela como la elección acertada, concluye el doctor, si tenemos en cuenta el binomio precio resultado.
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