Flacidez, esa gran desconocida

brazos flacidos

La flacidez es el principal reto diagnóstico y terapéutico de la medicina estética, especialmente a nivel corporal. En la génesis de la flacidez cutánea y muscular intervienen múltiples factores etiopatogénicos y la genética parece ocupar un papel importante. El envejecimiento condiciona que la flacidez sea un proceso crónico y progresivo, por lo que se debe establecer un adecuado diagnóstico, indicar medidas de prevención y valorar las posibilidades de tratamiento en cada etapa de la vida.

Por la Dra. Emilce Insua Nipoti

Según su definición por la Real Academia Española, la flacidez, o flaccidez, es la cualidad de flácido. La segunda acepción, “laxitud, debilidad muscular, flojedad”, no permite establecer la importante diferencia diagnóstica que existe entre la flacidez cutánea y la muscular y, especialmente, entre la flacidez a nivel facial y corporal.

Flacidez cutánea o muscular

En primer lugar, es fundamental diferenciar entre flacidez cutánea y muscular. La primera engloba una serie de cambios propios del envejecimiento cutáneo que consisten en atrofia epidérmica y pérdida o degeneración de las fibras elásticas y colágenas de la dermis.

Afecta principalmente a la cara, los brazos, los muslos, las rodillas, el abdomen y los glúteos. La flacidez muscular puede ser ocasionada por alteraciones del tono muscular que pueden responder a una causa patológica, como las de origen neurológico (central o periférico) o debida a alteraciones metabólicas. Otros factores son el embarazo, que afecta a los músculos de la pared abdominal, o la pérdida de tono y masa muscular de las extremidades causada por el sedentarismo o por factores temporales como encamamiento. No es infrecuente encontrar flacidez cutánea asociada a pérdida de masa muscular, resorción ósea y disminución de panículo adiposo, especialmente en las zonas declives como rodillas, glúteos, cara interna de muslos y brazos.

Tanto en la flacidez cutánea como en la muscular, el principal factor es el envejecimiento. El mayor desarrollo de la masa y fuerza muscular se observa entre los 20 y 30 años, seguido por una pérdida gradual hasta los 50 años y un declive acelerado (entre un 12-15 % por década) después de los 50 años. A nivel de la piel, los cambios histológicos durante el envejecimiento evidencian una disminución del número y tamaño de los fibroblastos dérmicos, con una menor producción de matriz extracelular que incluye colágeno, elastina y glucosaminoglicanos. Se han identificado receptores estrogénicos en queratinocitos epidérmicos, fibroblastos dérmicos, vasos sanguíneos y folículos pilosos, de ahí los cambios de la piel relacionados con la menopausia y, especialmente, con la menopausia precoz. Se ha demostrado una pérdida del 1,5 % de elasticidad, del 1,1 % del grosor y del 2,1 % del colágeno por cada año de déficit de estrógenos.

En el envejecimiento en general y en el cutáneo en particular, participan varios factores etiopatogénicos genéticos y ambientales. Los primeros pueden manifestarse en una mayor predisposición a la degradación del colágeno a través de las metaloproteasas, y los segundos, a través del incremento de fenómenos inflamatorios relacionados con los radicales libres, con cambios que dañan la elastina y ocasionan cambios degenerativos de la piel relacionados con el foto y el cronoenvejecimiento. La sarcopenia es un proceso degenerativo relacionado con el envejecimiento que se caracteriza por la pérdida de masa y potencia muscular debido a la atrofia del músculo esquelético. Consiste en una pérdida del tono muscular por sedentarismo característico de la población anciana y puede deberse a fenómenos de malnutrición, alteraciones metabólicas o déficits hormonales (somatopausia). Los cambios corporales relacionados con el envejecimiento son más evidentes en la mujer menopáusica, en los cuales, a los fenómenos de resorción ósea y redistribución de la grasa corporal, se asocia pérdida de masa muscular, que afecta especialmente a glúteos y extremidades.

flacidez

Diagnóstico y clasificación

Las técnicas de diagnóstico aplicadas al estudio de la flacidez tienen grandes limitaciones, por lo que es fundamental un exhaustivo interrogatorio y examen físico. El cutómetro, aparato destinado a la medición de la firmeza y elasticidad de la piel, tiene aplicaciones limitadas a nivel corporal, sin embargo, permite establecer una clasificación de flacidez cutánea de acuerdo con el tiempo de recuperación de la piel después de 5 segundos de succión. Así, se pueden establecer 3 grados de flacidez cutánea:

Grado 1: 1,3 segundos (flacidez leve).

Grado 2: 1,5 segundos (flacidez media).

Grado 3: 1,9 segundos (flacidez severa).

A nivel facial, los cambios relacionados con el envejecimiento están bien estudiados y condicionados por los cambios óseos, musculares, por la redistribución de depósitos grasos y los relacionados con el envejecimiento cutáneo (foto y cronoenvejecimiento). Estos últimos implican pérdida o degeneración de las fibras elásticas y colágenas de la dermis.

La mayoría de los pacientes no perciben los cambios corporales asociados al envejecimiento, de ahí la importancia del adecuado entrenamiento y experiencia del médico estético para un adecuado diagnóstico, que condicionará el tratamiento más adecuado. Los motivos de consulta más habituales en corporal siguen siendo la “celulitis” y la grasa localizada, mientras que la flacidez sigue siendo un hallazgo clínico que debe buscarse mediante un exhaustivo examen físico estático, funcional y con el paciente de pie y tumbado.

Otro de los motivos por los que se deben reconocer y explorar los cambios fisiológicos relacionados con el envejecimiento es porque, a partir de los 40 años, la piel no solo pierde elasticidad, sino también el soporte musculoesquelético-adiposo. Así, sumado al efecto de la gravedad, la piel aparece como flácida.

Inicialmente, el motivo de consulta más frecuente a nivel corporal es la flacidez de la piel en la cara anterior de muslos y rodillas, que frecuentemente se confunde con celulitis, seguido de la cara interna de muslos y abdomen, que suele confundirse con grasa localizada.

Posterior al embarazo, puede observarse un vientre prominente que no se recupera durante el posparto y en cuyo caso debe investigarse la existencia de diástasis de los rectos anteriores del abdomen.

Progresivamente, se observa mayor flacidez a nivel de brazos, espalda (marcas del sujetador) y glúteos. La atrofia muscular de los glúteos asociada a la flacidez cutánea, la sarcopenia y la redistribución de la grasa corporal debido a la menopausia afecta de manera significativa la morfología corporal de la mujer posmenopáusica, especialmente en sedentarias.

En el diagnóstico, también se deben descartar alteraciones patológicas del tono muscular y síndromes de hiperlaxitud cutánea, los cuales pueden ser contraindicación para algunos tratamientos médico-estéticos como las enfermedades del colágeno (síndrome de Ehlers Danlos). Para explorar la hiperlaxitud articular usamos la escala de Beighton y se completa el estudio diagnóstico con una analítica completa para descartar déficit de vitaminas y nutrientes.

Prevención del problema

Como en la mayoría de los factores relacionados con el envejecimiento, es fundamental la prevención y los adecuados hábitos de vida.

La mejor manera de prevenir o revertir la sarcopenia es la actividad física y, más concretamente, los ejercicios de potenciación muscular, por lo que es fundamental evitar el sedentarismo a cualquier edad. Entrenar la fuerza muscular desde edades tempranas, cuando el entorno hormonal favorece la hipertrofia muscular, podría ser un factor de protección frente a la sarcopenia inducida por el envejecimiento. También se debe promover una dieta completa y equilibrada con suficiente aporte de proteínas y nutrientes, evitando el sobrepeso y la obesidad y los cambios bruscos de peso. En cuanto al envejecimiento cutáneo, la prevención también se centra en una dieta sana y el control de los factores tóxicos ambientales como el tabaco.

La terapia de reposición hormonal aplicada por médicos especialistas en medicina antienvejecimiento permite suplementar aquellas hormonas que regulan tanto los procesos de estrés oxidativo como de inflamación relacionados con el envejecimiento, permitiendo mejorar, entre otras funciones, el tono de la piel y la potencia muscular. No obstante, se deberán valorar los riesgos y los beneficios de la terapia con hormonas anabolizantes, hormona del crecimiento (GH) y terapia hormonal de sustitución con la finalidad de evitar sus posibles efectos adversos.

El uso del colágeno como suplemento oral no es un hecho reciente; hay que tener en cuenta que este es un nutriente de valor estructural en los casos de desnutrición, dietas estrictas o síndromes de malabsorción. Sin embargo, la suplementación oral de colágeno para mejorar los signos del envejecimiento se ha cuestionado debido a la escasez de estudios y publicaciones con suficiente evidencia científica. No obstante, según algunos trabajos, los suplementos nutricionales con péptidos de colágeno y vitamina C pueden ocasionar mejoras en la evaluación de la firmeza, elasticidad e hidratación de la piel a nivel facial.

Tratamiento médico-estético

Como no existen clasificaciones validadas para cuantificar la flacidez cutánea y muscular a nivel corporal, la respuesta a los tratamientos no quirúrgicos es bastante subjetiva.

Los principales tratamientos médico-estéticos se basan en el uso de técnicas físicas y de infiltración (mesoterapia, carboxiterapia, electroterapia, hilos tensores, rellenos dérmicos y estimuladores del colágeno, HIFU, radiofrecuencia, ondas electromagnéticas), con muy buenos resultados a nivel de cara y cuello, pero con resultados más limitados a nivel corporal, dependiendo del grado de la localización y el grado de flacidez. Nuevas tecnologías basadas en campos electromagnéticos están dirigidas al tratamiento de los músculos para estimular su contracción e incrementar el metabolismo graso de manera localizada.

El ejercicio físico y, más concretamente, los ejercicios de potenciación muscular, están indicados tanto para la prevención como para la mejoría del tono muscular.

En cuanto a los procedimientos quirúrgicos, la liposucción asistida por láser es un procedimiento diseñado para lograr la eliminación de la grasa subcutánea junto con el estiramiento de la piel, gracias al efecto térmico del láser en la dermis.

Otras técnicas quirúrgicas como las plastias consisten en la resección del exceso de piel y panículo adiposo subyacente mediante una incisión adaptada a la región a tratar. Pueden ser braquioplastias, cruroplastias, abdominoplastias. No existe ninguna contraindicación absoluta para su realización, salvo la presencia de una condición médica que haga que la anestesia no sea un procedimiento seguro. El consumo de tabaco es una contraindicación relativa, debido a que afecta claramente la cicatrización y se recomienda su cese al menos un mes antes de la cirugía. Estas técnicas siempre implican la presencia de algún grado de cicatrices.

Para leer más sobre la flacidez puedes ver esta entrada.


Dra. Emilce Insua Nipoti

Doctora en Medicina y Cirugía por la UAM

> Responsable de la Unidad de Medicina Estética Corporal de la Clínica Medivas.
> Socia de Honor de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) y de la Asociación de Medicina Estética de Castilla La Mancha (AMECLM).
> Coordinadora del máster de Medicina Estética, Regenerativa y Antienvejecimiento.
> Codirectora del curso de especialización Nutrición, Obesidad e Imagen Corporal de la UCM.
> Coautora del libro Medicina Estética y Antienvejecimiento (Editorial Médica Panamericana, 2017).
> Coautora del Documento de Consenso Lipedema 2018.
> Participante en varios congresos de medicina estética.
> Profesora colaboradora en varios cursos de formación médica continuada universitaria en el ámbito de la medicina, oncología y cirugía estética y ecografía.