Para José Luís Sambeat , médico experto en diagnóstico y tratamiento de la obesidad, la adicción por la comida es, a largo plazo, superior a la del tabaco.
El doctor Sambeat lo tiene claro tras más de veinte años tratando con personas que le han pedido ayuda para perder peso. Sin una motivación real, sin una noción clara de para qué se comienza una dieta, el resultado inequívoco es el fracaso. Además, si el intento ha sido múltiple y alargado en el tiempo puede que nos hayamos dejado la alegría por el camino.
La comida, explica el experto, es un placer primario, que puede llegar a producir en el cerebro una secreción de endorfinas, las llamadas hormonas del placer. Este mecanismo fisiológico se produce de manera evidente cuando ingerimos alimentos que nos agradan; sabrosos, dulces, de sabor exquisito, nuestros preferidos, en definitiva. Al eliminar estos momentos placenteros de nuestra rutina diaria, nos quedamos sin esos estímulos positivos con los que intentamos compensar los sinsabores de la vida cotidiana. Hablamos de ese trozo de chocolate que tomamos después de cenar o del aperitivo tras salir del trabajo.
Por otro lado, aclara José Luís Sambeat, ponerse a dieta está asociado erróneamente a “pasar hambre”, un estado que pone de muy mal humor y nos llega a acercar a la tristeza, ansiedad e incluso a estados depresivos, cuando, además, las circunstancias añadidas no son del todo positivas. Las dietas restrictivas e hipocalóricas nos bajan el ánimo, concluye, y si las razones que nos han llevado a intentar luchar contra la báscula no son lo suficientemente sólidas, se impone la tendencia a tirar la toalla.
Otro gran obstáculo para perder peso es no saber cuándo acabará el régimen alimenticio. La incertidumbre, en cuanto al tiempo en el que vamos a tener que renunciar a nuestros recursos de gratificación habituales nos crea ansiedad y un sentimiento negativo que asocia el hecho de estar a dieta con algo peyorativo.
La realidad es que muchas personas comienzan a agobiarse nada más tomar la decisión de dejar de comer ciertos alimentos. La razón, explica Sambeat, se encuentra en la rigidez de algunas dietas que obligan incluso a pesar los alimentos y a cocinarlos de apenas una o dos maneras. Un régimen muy similar, en definitiva, a la comida de los hospitales.
Con estas premisas y, basándose en su experiencia personal de pérdida de peso, José Luís Sambeat, creó el Método San Pablo, basado justamente en principios opuestos. De un lado, el paciente no debe pasar hambre, del otro, debe marcarse un plazo improrrogable para lograr sus objetivos. Llegado ese momento, se pasará a un plan de mantenimiento en el que volverán a incluirse los alimentos deseados, junto a pautas y trucos para no volver a recuperar el peso.
En el diseño de este método de pérdida de peso ha colaborado la psicóloga Victoria Prieto, para quien, en principio, no debe iniciarse una dieta en un momento depresivo. Ahora bien, especifica, habría que analizar el tipo de depresión. Si se tratase de una depresión endógena, causada por una alteración de los neurotransmisores, la recomendación es no “complicar” un posible tratamiento medicamentoso y/o psicoterápico con otra influencia externa.
En cambio, si la depresión está motivada por una realidad externa, clara y definida, por circunstancias personales, la dieta puede resultar de gran ayuda para vencerla, especialmente si esta es debida a problemas de autoestima relacionados con la imagen corporal. Más aún si esos problemas tienen que ver con el sobrepeso y la obesidad. Aquí, afirma la psicóloga, “posiblemente el ponerse a dieta es la estrategia terapéutica fundamental para empezar a solucionar este problema. Hemos visto en la consulta cantidad de ejemplos de pacientes, con una falta de ganas por emprender cosas en su vida, que al perder peso y verse más atractivos han cambiado muchos otros aspectos de su comportamiento diario, volviéndose más proactivos e incorporando un espíritu más alegre a su personalidad .”
Por supuesto, nunca es fácil, admiten los creadores del Método San Pablo. La adicción que la comida ejerce sobre las personas es muy elevada. Si la comparásemos con el tabaco, a largo plazo sería incluso superior. Cuesta más dar el primer paso y estar sin fumar 24 horas, pero pasados los meses el cerebro se va olvidando de la nicotina. No ocurre lo mismo con la comida, ya que durante tres veces al día, tendremos que decidir si renunciamos o no a comer con deleite. Así durante toda nuestra vida.
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