Desde finales de agosto hasta estos meses, es habitual que algunos pacientes acudan a las consultas de dermatología preocupados por un aumento de la pérdida de cabello. Pero es que, además, desde que empezó la pandemia de la COVID-19, pacientes que han pasado la enfermedad, incluso de forma leve, han tenido como efecto secundario una pérdida de cabello anormal que se ve reflejada entre 2-3 meses del desarrollo de la patología.
Perder más cabello en otoño es normal, y tiene que ver con el proceso natural de renovación del cabello. “Es lo que se llama defluvio telógeno (fase de reposo y caída) y suele tener lugar con los cambios de estaciones, especialmente en otoño. Las agresiones que se producen en verano producen un debilitamiento y ruptura de cabello, es decir, podemos ver que en el cepillo hay más cabellos de lo normal, pero en este caso, no son cabellos que se pierden de raíz, más bien son cabellos que se parten y pueden dar una sensación de pérdida mayor”, nos explica el Dr. Miguel Sánchez Viera, director del Instituto de Dermatología Integral (www.ideidermatologia.com). Sin embargo, esta caída se suma a la de pacientes que han pasado la enfermedad del covid, incluso de manera leve, que han notado una pérdida de cabello anormal entre los 2 y 3 meses de sufrir la patología. “De esta forma, algunos pacientes que se infectaron a principios del verano, han notado estos meses una caída anormal de cabello, que se ve incrementada por la habitual caída del defluvio telógeno”, explica el Dr. Viera, que tiene una duración aproximada máxima de 3 meses.
¿Cuándo acudir al especialista?
Deberíamos acudir a la consulta de un dermatólogo capilar si, con la llegada del otoño, percibimos una pérdida mayor de la que se produce otros años en la misma época. “Lo normal es que al día se pierdan entre 100-150 cabellos. En esta época se produce una caída mayor, pero si detectamos que ésta nos hace perder densidad, el cuero cabelludo empieza a clarear y no para pasados unos meses, hay que acudir al especialista porque, detrás de esta pérdida anormal se puede esconder otra patología capilar, como puede ser el inicio de una alopecia androgenética”.
Además, si hemos pasado la enfermedad de la COVID-19, “podemos notar que la pérdida de cabello es mayor. Aunque no es uno de los efectos adversos más comunes de la infección, puede ser preocupante. Si esto ocurre, es mejor acudir pronto al dermatólogo para que haga un estudio en profundidad de lo que está ocurriendo y tomar las medidas más adecuadas en cada caso”, insiste el doctor.
Por otro lado, una forma de distinguir este ‘combo’ tenporal de la alopecia, es la forma de caerse el cabello. “Este tipo de pérdida suele ser a nivel general, es decir, no debe darse en zonas determinadas del cuero cabelludo. Una alopecia areata, cicatricial o androgenética, en los hombres se manifiesta en la zona de las entradas y en la coronilla, y en las mujeres, en la zona superior de manera difusa”, explica el dermatólogo.
La patología capilar más común
El especialista pautará una serie de pruebas que descarten una alopecia androgenética, que es el tipo de pérdida de cabello más habitual, tanto en hombres como en mujeres, al tener un componente genético muy alto. “Hasta un 75 % de los hombres padecerán alopecia androgenética, que suele iniciarse entre los 30-40 años (hay casos, incluso, en los que empieza a desarrollarse a partir de la veintena). En el caso de las mujeres, entre el 15 y el 30 % desarrolla esta patología, principalmente con la llegada de la menopausia, al disminuir la cantidad de hormonas femeninas (estrógenos), principales protectoras, entre otras muchas cosas, de la pérdida de cabello, y al aumento de las hormonas masculinas (andrógenos)” afirma el Dr. Sánchez Viera.
Un diagnóstico precoz y un tratamiento personalizado pueden conseguir parar el progreso de la alopecia y recuperar el cabello perdido cuando se encuentra en sus primeras fases. “Dependiendo de cada caso, se puede recuperar la pérdida completa del cabello y acelerar ese proceso de recuperación, como es el caso del defluvio telógeno. Una vez corregida la causa que originó el defluvio y tras estimular el ciclo de crecimiento del cabello, puede recuperarse completamente. Igual que en la alopecia areata. En otras enfermedades, como la alopecia androgenética, podemos detener la evolución y, en muchos casos, recuperar parte de la perdida de densidad”, indica el experto.
La prueba más eficaz a la hora de identificar la causa de la alopecia se denomina estudio tricológico, que analiza microscópicamente la raíz y el tallo del cabello, así como el cuero cabelludo de la zona afectada por la pérdida del cabello, además de la densidad, grado de miniaturización del folículo piloso y daños en el mismo. El diagnóstico debe ir acompañado de análisis en los que se estudie la posible falta de vitaminas y hierro y posibles problemas hormonales. La historia clínica también es parte indispensable a la hora de hacer el diagnóstico, ya que una historia familiar de alopecia androgenética aumentará las posibilidades de padecer también esta patología.
¿Cuándo se recurre a un implante capilar?
“Cuando se han pautado al paciente tratamientos de estimulación capilar, como la medicación oral de inhibidores de la 5 alfareductasa, las microinyecciones con minerales, vitaminas y medicación específica para la alopecia aplicadas sobre la zona afectada, el plasma rico en factores de crecimiento del propio paciente, o el láser de baja intensidad, y no se han obtenido resultados, es momento de plantearse el implante capilar”, apostilla el director del Instituto de Dermatología Integral.
Son casos en los que el cabello está muy miniaturizado debido a un folículo piloso débil que no se puede recuperar, cuando existen áreas no muy extensas en las que el cabello se ha perdido por completo debido a este proceso de miniaturización o bien cuando se han sufrido traumatismos en el cuero cabelludo.
En la actualidad, la técnica que se ha consolidado como la más eficaz y la que obtiene los resultados más naturales es la FUE (folicular unit extraction). “Consiste en la extracción de unidades foliculares individuales (en la que hay entre 2-3 folículos pilosos) con instrumentos de microcirugía manuales de entre 0,7-0,9 milímetros de diámetro que se implantan en la misma dirección en la que crece el cabello de la zona afectada. Además, se van colocando de manera homogénea, de forma que aumenta la densidad y cobertura de la zona alopécica” explica Sánchez Viera. Es una técnica que no deja cicatrices en la zona donante, por lo que es susceptible a volver a repetirse en el caso de que una sola sesión no se hayan obtenido los resultados deseados por el paciente.
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