El envejecimiento es multifactorial y, por tanto, sabemos que no podemos corregir con un solo tratamiento todos los niveles afectados. De esta premisa nace el protocolo TEREM, que parte de la necesidad de hacer un cambio integral en la imagen del paciente, y que es aplicable a todos ellos, pues en lugar de tratar una consecuencia se enfoca en tratar las causas que la originan.
Es una herramienta para tener un orden en los tratamientos de medicina estética y está diseñado de manera que cada profesional ajuste los procedimientos a su experiencia, pero conservando el orden y prioridad de tratamiento.
Por la Dra. Nataly Ashouri
Los avances en la medicina en los últimos años permiten que nuestra esperanza de vida sea más prolongada. En la mayoría de los casos, esta posibilidad va acompañada de exigencias no solo en la salud, sino en la imagen que tenemos de nosotros mismos y la de otras personas. Este contexto, sumado al gran auge de la medicina estética y la excesiva información –no siempre cierta– de la que se dispone en redes sociales, hace que pongamos nuestras expectativas en lo más alto, y que los pacientes comparen muchas veces detalles de sus rostros y sus cuerpos que, por anatomía, genética y factores inherentes a cada organismo, serían imposibles de alcanzar.
Entenderlo como un arte
Para mí, la medicina estética es el campo de la medicina que permite la unión de dos grandes e importantes disciplinas: la medicina y el arte. Si unimos ambos podemos lograr grandes resultados, ya que tomamos en cuenta la funcionalidad, la genética, la anatomía, las bondades y las carencias del organismo que vamos a tratar y las unimos a la belleza y a cómo es percibida por nuestra generación.
Y es que, en esta generación, lo que se ve como bello e ideal es lo que persiste en las redes sociales, en tabloides enormes en ciudades importantes, en revistas y entrevistas de personas que se muestran como seres perfectos. Esto no está del todo mal si logramos aceptar que la belleza es inherente a cada uno y que la imagen esperada es la mejoría de la existente, pero no la transformación radical e insuficiente en la que caen algunos.
Terem (“todavía no” en hebreo) hace referencia al deseo de los pacientes de no aparentar aún la edad o el envejecimiento que presentan. Pero también son las siglas de tensado (T), estructura (E), revoluminización (RE) y mantenimiento (M)
Es importante tomar en cuenta que el protocolo TEREM no serviría si solo pretendemos “corregir” un hallazgo como lo es un poro abierto, una arruga, una asimetría, el surco que, de repente, a todos molesta. El protocolo TEREM está basado en la compresión del envejecimiento como un grupo de acontecimientos que se dan progresiva, lenta y, en la mayoría de los casos, ordenadamente. Es por eso que debemos abarcar las distintas causas del envejecimiento y las etapas en las que se van dando, debemos respetarlas y no acelerar el proceso de tratamiento ni optar por la salida rápida o más radical.
Terem significa “todavía no” en la lengua hebrea. Si se ha escogido este nombre para la metodología es porque se basa en el deseo de todos los pacientes de mantenerse con una imagen joven y “todavía no” aparentar la edad o el envejecimiento en todas sus formas. Sin embargo, no solamente son clave su etimología y lo que simboliza, sino también el significado que pueden alcanzar sus siglas: T de tensado; E de estructura; RE de revoluminización y M de mantenimiento.
Cuando conocemos a un paciente y vamos conversando con él, sin darnos cuenta ya en nuestra mente van cayendo en cascada todas las ideas que queremos proponerle para mejorar su aspecto, lograr el resultado que nos pide y armonizar su apariencia, basándonos en nuestras enseñanzas y en nuestras expectativas de lo que sabemos que podemos o no lograr.
Y, muchas veces, el paciente nos dice, mientras se señala con sus dos dedos índices, que “solo quiere levantar un poquito los cachetes, levantar un poquito las cejas, y tal vez estirar un poco el contorno facial”. Y, en nuestra mente, y en nuestra experiencia como médicos, sabemos ese “poquito” no es tan simple como parece.
En la propuesta de protocolo TEREM está el orden a seguir no solo para lograr resultados óptimos, sino para que los mismos sean duraderos y naturales. Si bien lo más importante para los pacientes es lo que ven en su piel –porque describen poros, líneas de expresión, arrugas, flacidez–, ninguno nos dice que sus músculos, huesos y grasa han envejecido y perdido su tono. Es ahí donde, además de médicos, debemos transformar nuestras capacidades y convertirnos en maestros, y enseñar sin excepción a todos los pacientes que el problema es más complejo de lo que se ve, y por lo tanto no es una solución la que hará desaparecer todas las señales del envejecimiento. Será un tratamiento global y que consta de distintas fases.
El protocolo TEREM
Iniciamos el protocolo TEREM con la T de tensado. En esta primera fase del tratamiento trabajaremos la piel como tal, estimulando el colágeno, trabajando la hidratación y buscando la vitalidad y el rejuvenecimiento con todos los tratamientos que podamos combinar para el beneficio de nuestro paciente. La mayoría de las veces se escogen 2 o 3 tratamientos para que el paciente no sienta aburrido el proceso, pero tenemos una batería amplia de tratamientos que podemos utilizar.
Entre mis tratamientos favoritos para esta parte, tal vez en orden de menor a mayor complejidad, mencionaría la estimulación de colágeno con radiofrecuencia, el láser no ablativo como Nd:YAG 1064, la mesoterapia, las microagujas y el plasma rico en plaquetas, entre otros.
Personalmente, siempre empiezo por una limpieza facial profunda con hidratación, ya que este paso prepara la piel para aceptar los estímulos y tratamientos. También indico una rutina diaria domiciliaria a la cual llamo “rutina diaria efectiva”, pues es un coadyuvante importante en el tratamiento y parte del mismo. Es efectiva porque se escogen productos adecuados para la piel a tratar, y si se realiza diariamente logrará potenciar los resultados y su duración.
No es lo mismo colocar un peso sobre una estructura fuerte y robusta que sobre una débil. Solo una vez la estructura nos permita asentar peso sobre ella, entonces procedemos a abordar la revoluminización
Después de alcanzar una estimulación del colágeno y haber alcanzado una mayor vitalidad y luminosidad, procedemos a cubrir la E de estructura. En este paso evaluamos la condición anatómica ósea y muscular del paciente. Hay pacientes con buena estructura ósea que no necesitan reforzar, mientras otros pueden requerir de tratamientos que brinden estructura.
Entre los tratamientos que utilizamos están los hilos, que, a mi concepto, enredan mucho al paciente cuando les apellidamos “tensores”, pues si bien pueden causar un tensado, no es la magia que percibe el paciente. Su importancia radica más en ofrecer una base sobre la cual reposarán los distintos tratamientos a seguir. También podemos utilizar hidroxiapatita de calcio, así como, en algunas ocasiones, toxina botulínica –en el caso de hipertrofia de maseteros, para afinar un poco aquellos contornos faciales que queremos suavizar–.
No es lo mismo colocar un peso sobre una estructura fuerte y robusta que sobre una estructura débil. Una vez la estructura nos permite asentar peso sobre ella, entonces procedemos a abordar el RE, es decir, a revoluminizar. Además, al llegar a este paso, en este orden, aseguramos a su vez el principio de “menos es más”, por el simple motivo de que, al regenerar estructura y piel, necesitaremos probablemente menos volumen para lograr el efecto de tensado cutáneo, reemplazo de volumen perdido y “lifting” facial. Asimismo, su duración será mayor por poder asentarse en los tejidos sin facilidad de desplazamiento hacia las partes bajas y centrales de la cara.
En los últimos años, el estudio más específico de la anatomía a nivel facial nos ha ilustrado a los médicos que inyectamos y hacemos procedimientos mínimamente invasivos acerca de: estructuras como compartimentos grasos, ligamentos y estructuras de soporte de los que anteriormente se conocía muy poco o nada. Hoy por hoy, el conocimiento de estas estructuras despliega alternativas, protocolos y técnicas que superan las anteriores. O incluso pueden, muchas veces, hacer que nos demos cuenta de que el tratamiento se requiere en otra zona lejana a donde vemos el problema. Además, la tecnología avanzada de láser y radiofrecuencia nos permite un abordaje previo efectivo y con resultados importantes en el manejo del paciente.
Un ejemplo que me gusta mucho es el surco nasogeniano. La mayoría de nuestros pacientes pedirán que le “quitemos el hueco” y si no conocemos la anatomía ni los factores que han desencadenado la aparición y reforzamiento del surco, podemos llegar a escoger la salida fácil y errónea de rellenar el mismo tal cual fuera un hueco cualquiera. Esto es un error, ya que no solo no estaríamos corrigiendo la causa del problema, sino que lo estaríamos agravando a largo plazo.
Por último, pero no menos importante, está la M de mantenimiento. Todo en la vida requiere de disciplina, de atención y de mantenimiento. No importa lo que compres o la dieta que hagas, todo debe ser mantenido y cuidado. Una vez logrados los resultados debemos realizar tratamientos de mantenimiento; dependiendo del caso, mensualmente, cada 3 meses o cada 6. Los tratamientos de mantenimiento serán realizados para lograr la duración máxima de los resultados y para mantener al paciente en vigilancia para poder corregir, siempre siguiendo el orden TEREM, los signos de envejecimiento que vayan apareciendo.
Dra. Nataly Ashouri Hakhami
Médico estético
Doctora en Medicina y Cirugía egresada de la facultad de Medicina de la Universidad Latina de Panamá.
Máster en Medicina Estética, egresada de la Universidad de Córdoba, España.
Diplomado Centroamericano de Medicina Estética, Antienvejecimiento y Nutrición Ortomolecular por la Universidad Latina de Panamá.
Administración de proyectos en INADEH.
Ejercicio de la medicina en la Clínica Dermamed de Panamá.
Secretaria y miembro activo de AMEPA (Asociación de Medicina Estética de Panamá y Afines).
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